Una nueva droga psicotrópica mexicana
de la familia de la menta

Por Robert Gordon Wasson

 Boletines del Museo Botánico de la Universidad de Harvard
 24 Octubre 1962

Traducción Utopiagon

Robert y Valentina Wasson

Robert y Valentina Wasson


   Durante varios años estuvimos explorando las alturas de México en un estudio del papel jugado por los hongos alucinógenos en la vida religiosa de los indios. Empezamos a visitar la Sierra Mazateca en 1953, en la más norteña parte del estado de Oaxaca, regresando en 1955 y cada año desde entonces hasta 1962. Pronto supimos de una planta psicotrópica que los mazatecos consumen cuando los hongos no están disponibles. Pero como nosotros y nuestro colaborador Roger Heim estábamos concentrados en la difícil tarea de localizar e identificar las varias especies de hongos alucinógenos, tuvimos que dejar por un tiempo esa planta que los indios emplean como un sustituto menos deseable. En 1960 y 1951 trajimos especimenes y los sometimos a la determinación de Schultes y de Epling. Todos los especimenes disponibles fueron probadamente insatisfactorios para una identificación específica. Finalmente, en septiembre y octubre de 1962, llegó hasta nosotros material herbal satisfactorio, cuando estábamos en Tenango, donde el Dr. Epling pudo basar su descripción específica. Tenango, aproximadamente a 1200 metros de altitud, está muy cerca y sobre la tierra caliente de Veracruz.

   Entonces pudimos identificar especies de Salvia nuevas para los botánicos, Salvia divinorum Epling y Jativa, como droga psicotrópica usada tradicionalmente por los indios Mazatecas de Oaxaca, México, en sus ritos divinos. A la todavía creciente familia de phantastica de México se le añadía un nuevo miembro, y por primera vez una especie de las Labiatae ingresaba en este interesante grupo.

   La planta es familiar para casi todos los Mazatecos. En Huautla de Jiménez (a 1800 metros) vimos dos o tres plantas creciendo, y un espécimen tomado en Ciudad de México está vivo todavía allí al aire libre, pero esas plantas no florecen. Nunca hemos visto las semillas, y ningún indio ha sido capaz de hablarnos de ellas. La planta se reproduce vegetativamente a partir de hojas o ramas caídas al suelo. Requiere suelo negro, mejor que arcilla, y para que la planta prospere debe ser firme. Muchas, quizás la mayoría de familias mazatecas poseen un suministro privado de la planta, pero no suelen estar cerca de las casas o de los caminos donde los que los que pasaran las podrían ver. Estábamos en la búsqueda de la Salvia divinorum cuando cruzamos la Sierra Mazateca a caballo en septiembre y octubre de 1962, pero ni una sola vez la vimos. Los indios eligieron algún barranco lejano para plantarla y estaban poco dispuestos a revelarnos el punto. Ningún indio en San Tenango se complacía en llevarnos a las plantas. La Salvia divinorum parecía ser un cultígeno; si esto ocurre en un estado salvaje (excepto para plantas que han sido abandonadas o que han escapado) no lo sabemos.

   En ocasiones anteriores los propietarios de la tierra no ponían atención en hacer crecer hongos alucinógenos y Salvia divinorum, pero en los últimos cuatro o cinco años, el mercado de los hongos y la posibilidad de un mercado para la salvia les ha hecho conscientes de que aquí hay valor en potencia. Varios episodios han tenido lugar recientemente en la vecindad de Huautla en los que el propietario ha reforzado sus derechos sobre la planta. Los mazatecas que hablan español se refieren al la Salvia divinorum como hojas de la Pastora, u hojas de la María Pastora, su nombre en mazateco es ska Pastora. Es un nombre curioso. En la tradición cristiana la virgen María no se conoce como pastora. ¿Es un concepto superviviente del precristiano dueño de los animales "Señor de los animales", que figura antiguamente en la tradición folklórica de los indios de América Central? Una asociación pagana podía haber sido santificada con la adición del nombre de la Virgen.

   La Salvia divinorum es para los mazatecos sólo la más importante de varias plantas, todas las Labiatae, que consideran como miembros de una misma "familia". La Salvia divinorum se comoce como la "hembra". El macho es el Coleus pumila, de origen europeo. Luego está "el nene", y "el ahijado", ambos, formas del Coleus Blumei. Algunos indios insisten en que esas otras son igualmente psicotrópicas, pero no las hemos probado; otros dicen que son simplemente medicinales.

   No hemos encontrado referencia al uso de hojas de Salvia divinorum en los escritores del siglo XVI y XVII. Sólo encontramos dos pasajes que pueden referirse a ella en escritores modernos. Dr Blas Pablo Reko, un pionero en el trabajo enteobotánico de campo en México, tratando el tema de los hongos alucinógenos (Mitobotánica zapoteca, México, 1945, p.17), añadió una frase que dice:

    "No podemos dejar de mencionar otra planta mágica cuyas hojas producen visiones y que los cuicatecos y los mazatecas (en las provincias de Cuicatlan y Teotitlan) llaman "hoja de la meditación". Las pocas hojas que recibí no permitieron identificación científica."

    Probablemente se refiera a la Salvia divinorum de los mazatecas. Hay una referencia más larga en un periódico, del ingeniero Robert J. Weitlander ["Curaciones Mazatecas" en el Inst. Nac. Antrop. Hist. 4, No. 32 (2952, 283)]. Mientras Weitlander estaba en Ojitlan, un pueblo Chinanteco, encontró un nativo de Jalapa de Díaz, una ciudad mazateca vecina, que le habló del uso entre sus compañeros vecinos de una planta conocida como la Yerba de María. Este informador toma nota, en una corta traducción parafraseada, de lo siguiente:

    "La Yerba María se parece algo a yerba mora, pero tiene las hojas ligeramente más anchas. Sólo se usan las hojas, poniéndolas en agua. Primero se frotan en las manos, el agua sin hervir, y se usan para propósitos muy específicos. Cuando el curandero va al bosque en busca de esta planta, antes de cortarla debe arrodillarse y rezar por ella. No son brujos-doctores; pero cortan las hojas sólo cuando necesariamente han rezado."

   Por ejemplo, si alguien sufre alguna enfermedad y los doctores no saben cuál es el problema, entonces con esta planta ellos adivinan la enfermedad. El curandero que lleva las hojas primero pregunta al enfermo si es adicto al alcohol, porque, cuando un hombre no toma alcohol, se recomiendan 50 hojas, y cuando toma alcohol, entonces se prescriben 100 hojas. La persona enferma bebe el agua en la que las hojas han sido frotadas. A medianoche, el curandero va con él y otra persona a un lugar donde no haya ruidos, como por ejemplo una casa aislada, donde el paciente toma la poción. Esperan 15 minutos para que la droga haga efecto, y el paciente empieza a exponerse sí mismo el tipo de enfermedad que sufre. El paciente se encuentra en un estado de semi-delirio, habla como en trance, y los otros escuchan atentamente a lo que él dice. Él agita sus ropas, como si pensara que con la ayuda de la planta se liberará de las pequeñas bestias [supuesta cáusa, en la mente india, de la enfermedad]. Al amanecer el curandero baña al paciente con el agua que él ha bebido, y a partir de entonces el paciente está curado. La gente dice que con este baño se va el estado de embriaguez producido por la planta que el paciente ha tomado. Cuando es una cuestión de robo, o una cosa perdida, el curandero escucha lo que dice el hombre que ha tomado la planta, y de este modo los hechos son revelados.

   Hay en Jalapa de Díaz alguien llamado Felipe Miranda, que cada tres o seis meses va a la montaña a recoger la planta. Hace maravillosas curas y se encuentra en buena situación económica. Dicen que cultiva y cuida la planta, pero no revela el tipo de planta que es.

   La identificación de la Salvia divinorum es bastante tardía. La planta está presente todo el año, y los mazatecas no vacilan en discutirlo, desde que están mucho menos inhibidos respecto a esta planta que suele estar presente cuando se habla sobre los hongos sagrados. En los años recientes Huautla ha cambiado bastante; la carretera llegó entre 1958 y 1959, y el recién nacido tráfico psicotrópico de hongos tuvo su foco allí. Entre los visitantes de Huautla ha habido varios botánicos y micólogos. En la ciudad de México las hojas de la Pastora son frecuentemente un tema de discusión en círculos botánicos. Es difícil entender cómo la planta ha evitado la clasificación hasta ahora.

   Hasta donde llega nuestra información, el área de difusión de las hojas de la Pastora se reduce a la provincia Mazateca y posiblemente las áreas inmediatamente contiguas Cuicateca y Chinanteca. Pero puede ser bien conocida y usada en cualquier parte. Esperaremos con curiosidad los reportajes de los informantes de otras regiones que sigan a la aplicación de este artículo. El Ololiuqui (Rivea corymbosa (L.) Hallier filius) se conoce entre los mazatecas, pero parecen preferir las hojas de la Pastora a la semilla de la Flor de la Virgen, como la llaman al ololiuqui.

   El miércoles 12 de Julio de 1961, comí las hojas de la Pastora y experimenté sus efectos. Estaba en Ayautla, en la casa de Doña Donata Sosa de García. Ella me presentó a varias curanderas: Agustina Borja, Clementia Unda, Maria Sevastiana Carrera y Sara Unda de la Hoz.

   En la tarde de aquél día las dos primeras llegaron poco después de las 11, y Agustina Borja realizó la ceremonia en una espaciosa habitación. Los presentes éramos Irmgard Weirlaner Jouhnson, mi hija Mary X. Britten ('Masha'), Doña Donata y su hija Consuelo ('Chelo').

   Agustina Borja era la hija de un curandero que murió unos diez años antes. Sus propias hijas a menudo la acompañaban en sus visitas de curación y eran emergentes curanderas. Por la tarde, que pasamos con ella, permaneció junto a Clementina Unda. Tuvieron cuidado de orientarse al este como escenario de su ceremonia. Los ritos en la provincia Mazateca siempre se orientan lo más cerca posible de esa dirección, nunca al oeste, que es considerado siniestro. Agustina lo llevaba a cabo -tomó los hongos, así como las hojas; aquellas que yo había pedido especialmente y que nunca había probado. Los hongos junto con las hojas se contaban en parejas. Las hojas se emparejan, teniendo cuidado en el ejercicio de ensamblar las que están defectuosas, evitando las que tengan parásitos. En la preparación de la ceremonia, las hojas se colocan una sobre la otra, cada par cara a cara.

   Es costumbre entre los indios consumir las hojas mordisqueándolas con sus incisivos. Eso fue imposible para mí, debido al sabor, y a que no tengo buena dentadura. No había ningún metate o mortero de piedra a mano, y Agustina apretó las hojas con sus manos y recogió el zumo en un vaso. Seguramente fue un método ineficiente. Se le añadió un poco de agua. Bebí el líquido oscuro, más o menos medio vaso, el resultado de 34 pares o 68 hojas en total. Conté que a menudo los indios vomitan al comer las hojas, lo que es fácil de creer. Casi me fue imposible retenerlo.

   Tras comer sus hongos, sin más, nuestra curandera se lanzó a cantar, entonando en Mazateco con fuerza. Se mantuvo así durante dos horas, con una voz monótona. Grabé su canto pero tengo que encontrar a alguien todavía que ofrezca una traducción al inglés o español.

   El efecto de las hojas vino tan pronto como venía en el caso de los hongos, fue menos dramático, y duró menos tiempo. No hubo la menor duda acerca del efecto, pero no fue más allá de las sensaciones iniciales que se obtienen con los hongos, colores danzantes en elaborados diseños tridimensionales. Tal vez una dosis mayor hubiera producido mayor efecto, no lo sé.

   Un día o dos antes de que sucediera lo que he narrado, la curandera María Sebastiana Carrera nos facilitó con muchos detalles sobre el uso de las hojas y tuvo incluso encantadoras palabras en la ceremonia después de su uso. Había rehusado admitirnos a una ceremonia normal porque sus vecinos (y sin duda ella misma) consideraban que realizarlo para los extraños era una profanación y un escándalo. Aunque así fuera, cuando su sesión con nosotros se acercaba al final, se deshizo en incontrolables lágrimas, cayó sobre sus rodillas y suplicó que olvidáramos lo que ella había hecho. Además nos dio valiosas leyendas cosmológicas que todavía son creídas por los aldeanos, y que deseo publicar en otra parte.

   El 9 de octubre de 1962, nuestra experiencia tuvo lugar en San José Tenango. Ésta vez éramos el Dr. Albert Hofmann, su mujer Anita, Irmgard Weitlander Jonson, Herlinda Martined Cid (que sirvió de intérprete mazateca), y yo. A través de los buenos oficios de Roberto Carrera, el hijo de Aurelio Carrera de Huautla, se nos presentó a Consuelo García, de unos 85 años, una vigorosa y curandera de buena apariencia, que aquella noche realizó para nosotros un rito adivinatorio. Ella usó sólo las hojas, no hongos. Las preparó en su metate tras pasarlas por el humo del copal, haciendo un minucioso trabajo. Añadió agua a la masa que sobresalió del metate, todo lo pasó a través de un colador, y entonces bebimos el licor. Yo tomé el zumo de cinco pares y La señora Hofmann el de tres. Ambos sentimos los efectos, que fueron como describí en la ceremonia de Ayautla del año anterior.

   Podría parecer, en suma, que estamos en el umbral del descubrimiento de un complejo de plantas psicotrópicas en las Labiatae de la familia de la menta. Sabemos que la Salvia divinorum es empleada así en la Sierra Mazateca, y el Coleus pumila y las dos "formas" de Coleus Blumei dicen algunos de los indios que son usados similarmente.

 



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