"De modo que también para mí son reales los libros; no sólo me vinculan con otras mentes, sino con la visión de otras mentes, con lo que esas mentes comprenden y ven. Veo sus mundos tan claramente como el mío".
Philip K. Dick
En mayo de 1995 me encontraba de nuevo en el aeropuerto de Barajas, desde donde había partido el año anterior, rumbo a Brasil. Así concluía un viaje, cuya auténtica dimensión en ese momento estaba lejos de conocer enteramente. Aquellas personas que leyeron En busca de las plantas sagradas recordarán el estado de extrañeza en que me encontraba al final de mi viaje, tras mi iniciación en el mundo del chamanismo y mis encuentros con diversas plantas sagradas.
A mi vuelta no había
integrado completamente las experiencias que había vivido bajo los efectos de las plantas
de poder. Estas experiencias me habían mostrado otra realidad, una realidad más allá de
la ordinaria, que no tenía la más mínima posibilidad de negar, por la sencilla razón
de que había entrado en ella.
No sólo la había visto, había estado allí, me había fundido con
ella y había dejado de ser yo, sin dejar de ser yo mismo, sino todo lo contrario, y
finalmente, había comprendido que todo esa realidad formaba parte de un mundo
desconocido, pero no por eso menos real que el mundo habitual para nosotros.
He descrito lo
acontecido en ese viaje con anterioridad. En el libro En busca de las plantas sagradas
relaté minuciosamente cómo me afectó conocer a los hombres de conocimiento que fui
encontrando a lo largo de mi viaje por Sudamérica, y cómo esas experiencias me fueron
transformando.
A mi vuelta me enfrenté al difícil problema de integrar todas esas
vivencias dentro de mi ser, de existir plenamente en la vida de todos los días, habiendo
asimilado mis experiencias enteógenas, aceptando la existencia de dimensiones
inexploradas de la realidad. Al mismo tiempo, intuía que había una última realidad, y
traté de mantener el intento de alcanzar algún día, preferiblemente compartiendo un
intento colectivo, el fin último del guerrero: la libertad total.
Otro hecho que hube de
afrontar e integrar en mi vida diaria fue dejar de ver a las plantas sagradas como un
simple instrumento para modificar nuestro estado de conciencia, simplemente como una
especie de microscopios o telescopios vegetales que nos permiten explorar el espacio
interior y exterior.
Y por supuesto lo son, pero con el tiempo he ido descubriendo que las
plantas chamánicas son también seres vivos con una clase de conciencia diferente a la
humana, pero conciencia al fin y al cabo; seres con los que es posible establecer una
comunicación íntima y directa al integrarlos en nuestro metabolismo, que tienen interés
en mostrarnos su mundo y en conocer el nuestro, y que tienen conocimientos de los que la
mayoría de los seres humanos carecen.
Mi propia experiencia
me ha enseñado que las plantas maestras, al ayudarnos a expandir nuestra conciencia y a
conocer otros mundos, son nuestras aliadas, copartícipes de nuestra evolución como
especie humana.
La mayoría de las especies no evolucionan aisladas, sino
interconectadas, en una relación de simbiosis evolutiva. De ahí la gran importancia de
los enteógenos, y la urgente necesidad de la normalización de las sustancias
chamánicas.
Sólo los ignorantes, los mentalmente pobres, o los presos de oscuros
intereses económicos y de presiones desde la cabeza del Imperio, pueden ser capaces de
intentar prohibir algo que forma parte de la naturaleza, como las plantas y hongos
sagrados.
Y sólo una sociedad castrada y sometida puede aceptar, sin apenas
resistencia, el intento de quienes tratan de controlarnos de detener la evolución de
nuestra mente, tratando de negarnos, desde que nacemos a la tumba, la experiencia directa
de la realidad.
¿Por cuánto tiempo aceptará nuestra sociedad la prohibición de la
exploración sin trabas de la conciencia humana?
Pero, ¿estamos realmente aceptándola?. Porque afortunadamente,
intentar impedir el encuentro del ser humano con las plantas chamánicas es un intento no
sólo aberrante, sino que a la larga está abocado al fracaso.
Los libros que aparecen en la amplia bibliografía incluida en éste y
en el anterior libro, son una evidencia documental de cómo la experiencia enteógena ha
formado y forma parte de la experiencia humana. Y seguirá formando parte de ella, lo
quieran o no quienes tratan de controlar nuestras vidas y nuestra conciencia. De ello nos
estamos encargando la amplia comunidad de personas que a pesar de todo, arriesgando
nuestra libertad física o incluso nuestra vida, desafiamos cada día y cada noche la
dictadura de la percepción que otros se empeñan en perpetuar.
No describiré en este
libro, salvo cuando así sea necesario, mis experiencias entre el viaje cuya crónica es En
busca de las plantas sagradas, y este nuevo viaje por tierras de América, del que
este libro es un fiel testimonio. Tampoco aparecen reflejados aquí los sucesos acaecidos
tras el regreso de mi segundo viaje de América.
Y no es que considere que carecen de importancia ni de utilidad para
las personas interesadas en el chamanismo y los estados modificados de conciencia.
Sencillamente, esta decisión es fruto de una cuestión de prioridad. Considero de un
mayor interés hacer públicos los hechos en los que participé en este nuevo viaje; las
enseñanzas que recibí de los distintos hombres y mujeres de conocimiento que conocí
durante él; mis nuevas experiencias con las plantas de poder; y las conclusiones
provisionales a las que llegué tras escucharlas.
En definitiva, me parece prioritario compartir los frutos de la
continuación de mi peculiar aprendizaje del chamanismo. Sin embargo, algún día, es
posible que llegue el momento de hacer pública la crónica de mis viajes por lugares
menos exóticos; lugares cercanos a nosotros donde también existen encuentros con lo
desconocido, mujeres y hombres de conocimiento, centros de poder y energía, y donde sobre
todo tenemos la oportunidad de aprender, de despertar, de ver y de actuar como una
guerrera o un guerrero; lugares donde también existe la posibilidad del encuentro, de
amar, crecer y evolucionar libremente si ése es nuestro intento.
Las
principales destinatarias de este nuevo libro son, pues, todas las personas que en
occidente, lentamente, pero sin pausa, hemos comenzado a conocernos y reconocernos en los
últimos años. Las mujeres y hombres de conocimiento que encontré en tierras de México nos ven como partidas del nagual sin nagual; nos ven y nos valoran como las tribus del sur, parte inseparable de las tribus de occidente, de las que me hablaran los hombres de conocimiento incas, tal y como ya relaté en mi primer libro. Esas personas de poder confían más en nosotras y nosotros, a pesar de nuestras limitaciones actuales, que en la mayoría de los miembros de su cultura que han venido y vienen a nuestros países a traer un conocimiento que corrompen con su mal uso del poder personal, del dinero o con los abusos sexuales sobre las personas que más o menos ciegamente les siguen. Ellas saben que aunque somos aprendices, no hemos abandonado ni abandonaremos el camino del corazón. |
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El nacimiento
espontáneo de esta clase de grupos o el desarrollo de una nueva clase de aprendizaje no
es un hecho aislado o casual, como se podrá comprobar durante la lectura de este libro.
Al contrario, se trata de una característica de los tiempos que estamos viviendo.
El hecho no es muy conocido debido a su existencia en el mundo de lo
interno, más que como una presencia social organizada; porque si bien muchas de las
personas que toman parte en este intento lo desconocen y se sientan aisladas, existimos,
existimos realmente.
Nos ven, nos vemos, les vemos. Somos una minoría emergente de la
humanidad, a pesar de que como digo, al menos en esta realidad, no nos conozcamos todos
entre sí. La tendencia, no obstante, es el aumento continuo de los encuentros físicos,
encuentros que tienen un gran poder, están produciéndose hace años, e irán a más, en
su frecuencia y en su profundidad.
De todas formas, aunque nada más encontrarnos tengamos la intensa
sensación del reconocimiento, y nos alegremos, y riamos juntos, ni siquiera es importante
el encuentro físico, sino vivir y crecer con la conciencia de la existencia de otros
guerreros y otras guerreras -o como cada cual prefiera llamarlos- cuyo intento es el
mismo, y cuyo modo de aprendizaje, retos, anhelos y dificultades son similares.
Un reto que tenemos
ante nosotros y nosotras es eliminar la gran desconexión existente, incluso el
aislamiento y el desconocimiento, entre las personas que estamos compartiendo un mismo
intento.
La inexistencia de un nombre para nuestra comunidad y la ausencia de
una estructura es un hecho que no debe desalentarnos, sino antes al contrario, mostrarnos
que somos en algo diferente a los antiguos grupos seguidores de supuestos maestros, cuya
tarea es necesario afirmar que ya ha concluido. Cada vez más personas comprueban en sus
propias vidas, y gracias a su experiencia, cómo su permanencia en la actualidad es más
un obstáculo que una ayuda en la busca de la libertad.
Los tiempos que
vivimos nos exigen que seamos nuestros propios chamanes y chamanas, unidos más que por
formar parte de una misma tradición, por compartir y mantener un nuevo intento para el
ser humano.
Estamos acercándonos a poder expresar en nuestras vidas nuestra
verdadera naturaleza. Cada día más, más seres humanos nos negamos a someternos a la
dictadura de la percepción, porque hemos experimentado -más que leído o escuchado- que
somos seres multidimensionales, y nos negamos a vivir anestesiados y limitados en la
única realidad que nos habían dicho existía, y para la que únicamente habíamos sido
entrenados.
Cada vez a más a más seres humanos nos entusiasma la exploración y
no la evasión, el descubrimiento y no la ignorancia, la novedad y no el hábito, la
expansión de nuestra conciencia y no la robotización de nuestras vidas, el amor real y
no la esclavitud disfrada de ternura.
En otros palabras: cada vez más seres humanos anhelan la libertad y no
la falsa seguridad.
Con la conciencia de no realizar un viaje individual, exploramos y
vivimos otras dimensiones de nuestro ser, aunque también vivamos y suframos y disfrutemos
la realidad ordinaria todavía la mayor parte de nuestro tiempo.
Tal y como descubrí en el México de los naguales, somos
Quetzalcoatls, serpientes emplumadas, conscientes de nuestra naturaleza animal y
maravillosa, en un apasionante estado de transición, en el ramal final que nos obliga a
elegir entre continuar siendo mujeres y hombres serpiente, o llegar a ser hombres y
mujeres águila, antes de llegar a ser capaces de partir.
Quién sabe para quiénes de nosotras llegará, algún día, el momento
de emprender el vuelo de la libertad. Intuyo que todo aquél o aquélla que mantenga
impecablemente la decisión y la determinación de este intento.
El camino del
conocimiento exige hoy romper con los viejos hábitos. Por duro que resulte escucharlo a
algunas personas, vuelvo a afirmar que el tiempo de los maestros, tal y como lo conocimos,
ha terminado.
Hoy quien quiera saber ha de tomar las riendas de su vida y aceptar la
responsabilidad de ser su propio maestro o su propia maestra; aprendiendo y creciendo con
los seres de ésta y de otra realidad; evolucionando individualmente junto con el resto de
los demás seres humanos, de los demás seres vivos, dentro de la naturaleza, de Gaia y
del universo.
No necesitamos intermediarios para aprender y tener una experiencia
directa de la realidad. No necesitamos maestros, naguales, gurús o chamanes a quienes
seguir y someternos, aunque podamos aprender de ellos, como de todas nosotras y nosotros,
manteniendo siempre nuestra libertad.
No necesitamos someternos a personas, tradiciones o sistemas de
creencias que actúan como verdaderos alucinógenos -según el diccionario un alucinógeno
es algo que nos ofusca, seduce o engaña, haciendo que se tome una cosa por otra-.
Maestros pueden ser cualquier persona, los enteógenos, y también situaciones que sirven
para provocar nuestro despertar, nuestro cambio interno y nuestra evolución.
Evolucionar no es
alucinar. Vivir de una manera inconsciente y limitada es vivir alucinado. Creer que la
realidad es sólo una parte de la realidad, la más palpable, es alucinar. La alucinación
es una clase de ceguera, negarse a ver qué es realmente la existencia.
Mientras vivamos alucinados, mientras exista en nuestras vidas algún
lugar para el espejismo y la alucinación, mientras no despertemos totalmente,
necesitaremos desalucinadores, siendo plenamente conscientes de lo que son, sin crear
nuevas dependencias, manteniendo la soberanía sobre nuestra propia conciencia.
Hoy en día si necesitamos algo es libre acceso a enteógenos y a otros medios de experimentar en nuestras mentes y en nuestras entrañas la realidad última, como hacemos al conocer los estados más elevados de la conciencia humana. No necesitamos experiencias de segunda mano, que nadie nos cuente qué es el gran misterio, sino vincularnos a él y ser capaces de experimentar su existencia.
Necesitamos ir más allá de la conciencia mutilada y castrada, considerada normal en nuestra sociedad. Necesitamos más experiencias trascendentes, y experiencias más profundas. Necesitamos internarnos en lo desconocido, con prudencia pero sin miedo. Necesitamos explorar otras dimensiones de nuestra conciencia y de la realidad. Necesitamos alcanzar las estrellas y el infinito, partiendo de la tierra en que nacimos.
Hoy existe un nuevo
modo de aprendizaje, que anteriormente he calificado de peculiar, al no producirse por la
adscripción durante años a un solo maestro o nagual, sino más bien al contacto directo
con el conocimiento, a través de las plantas y hongos chamánicos, de diversas técnicas
de modificación de la conciencia humana, y gracias a los encuentros con mujeres y hombres
que, según afirman ellos, se van encargando sucesivamente, de un modo que aún no he sido
capaz de entender completamente, del aprendizaje del guerrero o de la guerrera occidental.
Estos hombres y mujeres tienen maestría; no son ni maestros ni guías a la vieja usanza.
Simplemente aparecen en nuestras vidas, nos enfrentan al misterio, nos permiten penetrar
en él y después desaparecen, muchas veces sin dejar rastro.
Atribuí esos contactos a la mera casualidad, pero al llegar nuevamente
a América, muy pronto descubrí que la casualidad no existía en absoluto. Estas personas
parecían actuar coordinados, aparecían y desaparecían en el momento exacto, al mismo
tiempo que era yo quien tomaba en cada momento la decisión sobre el rumbo de mi viaje.
Allí y aquí, hay personas y hechos que solamente nos marcan una
dirección que somos libres de seguir o no, pero esas señales en el camino existen, y
resulta fundamental estar atentos a ellas. Tenemos la oportunidad de no avanzar a ciegas,
manteniendo siempre nuestra libertad de elección, de acierto y error.
Decir algo más sería hablar del Gran
Misterio, y para mí el Gran Misterio continúa siendo eso, un gran misterio.
No pretendo haber encontrado
respuestas a todas las preguntas. Antes al contrario, aseguro haber encontrado un medio
por el que cada cual puede hallar sus propias respuestas, y este libro es una pequeña
muestra de ello.
Afirmo también que cada uno, cada una, poseemos algunas piezas del
rompecabezas, y una de nuestras posibilidades es ponerlas encima de la mesa, con la
esperanza de, entre todos y todas, ver ya algo del cuadro general que tenemos ante
nosotras en la actualidad. Compartir con total sinceridad los resultados de nuestras
búsquedas resulta cada vez más imprescindible.
Nuestra transformación como individuos es de nuestra entera
responsabilidad. Hay un ámbito donde nuestra soberanía es plena.Al mismo tiempo, resulta
fundamental mantener la conciencia de que nuestro cambio interno forma parte de una
transformación colectiva en la que una parte importante de la humanidad está inmersa.
Nuestras dificultades
son reales, pero también lo es nuestro intento. Y nuestro intento no es otro que
transcender nuestros límites: límites impuestos por nosotros mismos, por las viejas
estructuras de la sociedad en la que vivimos, por nuestra cultura y por nuestra actual
naturaleza humana. Nuestro intento no es otro que transcender el ego y nuestros apegos, y
cuando llegue el momento, ser capaces de transcender nuestros cuerpos para llegar a ser
pura conciencia, energía plenamente consciente.
Nuestro intento no es otro, pues, que la libertad total.
Este intento requiere descubrir las respuestas a las tres grandes preguntas que desde sus inicios han interrogado al ser humano: De dónde venimos, quiénes somos, y a dónde vamos. Tres preguntas frecuentemente formuladas sin sentido, pero que son sin la más mínima duda, tres preguntas de poder que esconden en sus respuestas la fuerza, la energía y la sabiduría que hoy necesitamos.
Los enteógenos nos
ayudan a explorar, pero no niego que hay otros medios de ir descubriendo, como animales
curiosos que somos, respuestas a esas preguntas de poder, sobre todo, para llegar a
vislumbrar hacia dónde nos dirigimos.
Intuyo, y es sólo una intuición, que hacia algún punto donde en
algún momento nos encontraremos todas, aunque sea en el último peldaño.
Si algo he aprendido
de las plantas maestras y de los auténticos chamanes y chamanas que he encontrado en mis
viajes, es que el ser humano posee ya capacidades de las que la mayoría de los mortales o
inmortales carecemos.
Sanación, telepatía, clarividencia, clariaudiencia, adivinación,
salidas del cuerpo y del tiempo lineal, contactos con otros seres, son algunas de estas
posibilidades por desarrollar por la mayoría de nosotros. Por no hablar de la posibilidad
de transcender la muerte tal y como es concebida en nuestra cultura.
Afirmo, basado en mi propia experiencia y en la de personas que lo han
investigado seriamente, que nuestro cerebro y nuestra actual naturaleza incluye ya estas
capacidades, y muchas más, por ahora sólo en estado latente para la mayoría de nosotros
y nosotras.
Activarlas, despertarlas, es uno de los efectos de los enteógenos y
una de las expresiones futuras del proyecto evolutivo inscrito en esos fragmentos del ADN
que el proyecto Genoma está todavía intentando descifrar.
El ser humano del futuro será capaz de transitar el recorrido que va
desde el interior de nuestras células a una dimensión donde sencillamente se encontrará
con el infinito.
Hay algo más que
caracteriza a los tiempos que estamos viviendo hoy en día: es la supremacía de la
novedad frente al hábito, aún cuando éste continúe todavía siendo tan poderoso y
difícil de desterrar de nuestras vidas y de nuestra sociedad.
Hoy nos rodean nuevas apariciones, avances sutiles o evidentes de todo
tipo, que sólo los más jóvenes pueden llegar a aprehender en toda su complejidad. Los
cambios afectan a todos los ámbitos de lo social, y a los nuevos guerreros y guerreras
nos exigen actuar en libertad, abiertos a los nuevos descubrimientos, con nuestras mentes
preparadas para fluir con la vida y con la energía del universo.
Una de esas novedades
es el aumento de la cantidad de seres humanos que cruzamos el umbral de separación entre
dimensiones y universos que coexisten realmente, aunque ahora apenas lo intuyamos o lo
vislumbremos. Y otra novedad es una mayor calidad de esas entradas en lo desconocido.
Estamos alcanzando cada vez con más frecuencia dimensiones que no
sólo pertenecen al espacio interior o a otras partes del universo exterior, sino que
tenemos la posibilidad de explorar mundos fuera del tiempo lineal, dimensiones fuera del
espacio-tiempo, fuera del universo conocido de "altura, anchura, profundidad y
tiempo".
Hasta ahora
básicamente se habían explorado otros planos de la realidad, que aun fuera del mundo
material, todavía pertenecían a universos dentro del espacio-tiempo.
Algunos de los miembros de la especie humana -si es que algunos seres
excepcionales no lo han logrado ya- se encuentran cada vez más cerca de la posibilidad
real de romper con el tiempo lineal, más gracias a la expansión de la conciencia humana
que a avances técnicos.
La puerta de entrada, o de salida, no es ninguna máquina ni agujero
negro del espacio exterior, sino nuestro espacio interior, alguna dimensión desconocida
de nuestra conciencia. Las consecuencias de cruzar esa puerta entran dentro del campo de
lo literalmente inconcebible, y la generalización de esta experiencia sencillamente
transformaría de una manera radical el mundo tal y como ahora lo conocemos.
Por decirlo de otra
manera, y haciendo breve una larga historia: si hasta ahora se añadían más dimensiones
espaciales a la realidad habitual, ahora estamos siquiera entreviendo el momento en que
seremos, o serán nuestros continuadores, capaces de añadir de una manera cotidiana
dimensiones temporales, algo que incrementaría la riqueza y variedad de la vida y de la
experiencia de ser de tal modo, que hoy por hoy nadie puede ni siquiera imaginar.
Y sólo será un paso intermedio, un alto en el camino.
Desconozco la incidencia del cruce de ese umbral decisivo en la
humanidad como un todo, en la Tierra como un todo; desconozco si habrá seres humanos que
lo cruzarán "definitivamente" en los próximos años, si hubo quienes ya lo
cruzaron y "regresan" a nuestro aquí-ahora; desconozco todo nuestro potencial,
un potencial que tratamos de conocer y experimentar en todas sus consecuencias.
El infinito es hasta
ahora una simple palabra que nadie sabe qué significa realmente. Para el ser humano del
futuro, aunque no sepamos de qué futuro ni su proximidad, formará parte de su realidad y
de su experiencia vital. Nosotros y nosotras sólo podemos llevar el testigo el tiempo que
nos corresponda, en la larga marcha que nos -o les- habrá llevado hasta allí, desde que
hace unos 50.000 años hubo seres tan similares a nosotros que ya podríamos considerar
humanos.
Las palabras son totalmente insuficientes para ni siquiera concebir
cuál puede ser el siguiente paso evolutivo de nuestra especie, quizás el que signifique
dejar de ser Homo sapiens, para pasar a ser ¿qué?.
Habría que volver a hablar del Gran Misterio, y callar después.
Todos estos descubrimientos son descritos minuciosamente a lo largo del libro. Son conclusiones transitorias basadas en mi experiencia o en la de personas que conocí.
Esta vez no me he
visto obligado a ocultar excesivos datos o experiencias, con la excepción de algunas cuya
descripción causaría un rechazo general entre personas que se consideran de mente
abierta, pero que permanecen limitadas por tabúes de distinta clase, aunque sean capaces
de leer y disfrutar libros como éste.
El paso del tiempo y la generalización de esta clase de experiencias
harán posible la publicidad de hechos que entonces dejarán de parecer simples delirios a
las personas dominadas y limitadas por prejuicios de origen cultural y sistemas de
creencias aceptados sin más, a pesar de su evidente capacidad mutiladora de las
posibilidades que las vida nos ofrece a cualquier ser humano, y de las nefastas
consecuencias para la supervivencia del planeta.
También me he visto obligado a ocultar la identidad de algunas personas. Dada la especial situación legal y política, tanto de México como de Estados Unidos, garantizar la seguridad de algunas de las personas que aparecen en este libro, me ha forzado a transformar algunas situaciones para hacerlas totalmente irreconocibles. Estas modificaciones en modo alguno afectan a la veracidad de los hechos descritos, ni aún menos a la de su esencia real.
Otras modificaciones afectan a los nombres y alguna situación relacionada con las personas más próximas a mí.
Por un lado, me ha
parecido fundamental no ocultar algunos aspectos de mi vida, incluidas las dudas,
incertidumbres y dificultades que encontré durante el viaje, porque el concepto de
personal y privado es algo que también está siendo modificado de una manera decisiva
últimamente.
Los tiempos que estamos viviendo nos llevan a compartir y reflexionar
sobre todos los aspectos de nuestra existencia, entendiendo que somos parte de un todo,
aprendiendo de la experiencia del otro o de la otra.
Especialmente las personas que buscan más decididamente sabrán
reconocer los problemas y dificultades a los que me estoy refiriendo, y que aparecen
abiertamente reflejados en esta crónica de un viaje, que quedaría sólo parcialmente
reflejado aquí si las obviase.
Por otro lado he querido respetar lo más posible la intimidad de las personas profundamente relacionadas conmigo, y a las que aludo en el texto por no mutilar decisivamente el relato de mi experiencia como hombre enfrentado a los mismos retos y desafíos que las personas que me acompañan y a quienes acompaño, en este apasionante, aunque a veces duro, viaje por y hacia la libertad.
Mantener este equilibrio no ha sido fácil, pero tampoco ha afectado a la veracidad final de los hechos narrados.
He incluido de nuevo el modo de entrar en contacto conmigo, pero me gustaría dejar claro que, como ya decía antes, no pretendo tener todas las respuestas. La inmensa mayoría de personas que leyeron En busca de las plantas sagradas y contactaron conmigo lo entendieron perfectamente, y espero que en esta ocasión ocurra de nuevo.
He utilizado únicamente los nombres reales de las personas que han querido aparecer así. Si otras personas han preferido mantenerse el anonimato, no desvelaré sus nombres ni cómo entrar en contacto con ellas de ningún modo.
Este libro no es un
libro de antropología, aunque así pueda entenderlo quien lo desee; no es un libro
científico, aunque las personas de mente abierta que intenten utilizarlo como base para
algunas de sus investigaciones podrán hacerlo; no es éste un libro de etnobotánica,
teórico o un simple relato de viajes; no es tampoco un libro basado en dogmas, una fe o
un sistema de creencias cerrado.
El silencioso despertar del hongo es el reflejo de otra
realidad; un relato veraz de mis incursiones en un mundo desconocido.
Ni puede, ni pretende sustituir la experiencia personal. Aquí hablo de
un mundo realmente existente. Quién tenga dudas sobre su realidad, o quién quiera
conocerlo, no tiene nada más que como hace un científico, repetir el experimento, en
este caso, la travesía del viaje exterior e interior.
Aquí describo cuidadosamente todos los pasos que he seguido. La
oportunidad de vivir también estas experiencias es la prueba fundamental que aporto, y es
suficiente. Cualquier otra prueba es banal.
Me parece oportuno
reproducir aquí de nuevo las palabras de Terence McKenna en El manjar de los dioses,
válidas también para los hongos psilocíbicos o cualquier otro enteógeno, excepto en lo
que se refiere a la duración de sus efectos:
Naturalmente no espero que mis palabras se tomen como un valor nominal.
Sin embargo, estas conclusiones están basadas en una experiencia que todos pueden tener
si se toman el tiempo de investigar la DMT. La experiencia en sí misma dura menos de
quince minutos. No espero críticas de gente que no se haya tomado la molestia de llevar a
cabo este simple y definitivo experimento. Después de todo, ¿con qué seriedad pueden
abordar el problema los críticos si son incapaces de invertir unos pocos minutos de su
tiempo para experimentar el fenómeno personalmente?
Espero que estas frases hagan reflexionar a quienes se vean tentados a negar sin más las experiencias o conclusiones contenidas en lo que han leído o van a leer a continuación.
Rober Anton Wilson
advirtió en Cosmic Trigger II contra los autocalificados escépticos que aceptan
sin más los dogmas del sistema de creencias reinante, siendo cínicos únicamente ante
ideas que son nuevas, originales o heréticas.
RAW rescató de la filosofía griega la palabra zetético, que sería
aquél que es escéptico ante todos los dogmas, e intentó resumir en dos
imperativos la lección de su libro:
Tomando prestadas
palabras de algunos amigos, añadiría: Suele ser por exceso de credo, o escepticismo
desmedido, la razón por la cual los campos de cualquier investigación se ven, en la
mayoría de las ocasiones, ampliamente limitados.
La fuerza que impulsa a toda investigación con fines globales y honestos,
es la necesidad de aproximación gradual a la verdad venidera, y esta aproximación sólo
se consigue huyendo de nuestra verdad actual, hacia adelante.
Me gustaría dirigirme, con una profunda gratitud y solidaridad, y para finalizar este prólogo, a las mujeres y hombres que entenderán sin necesidad de mayores explicaciones de qué estoy hablando:
El contenido de El silencioso despertar del hongo está traído desde el nagual al papel que sientes ahora entre tus manos.
Tras mi vuelta a Granada,
en diciembre de 1996, mi primer intento fue escribir un libro que diese cuenta de mi viaje
por tierras de América. Sin embargo pronto comprobé que era totalmente incapaz de
hacerlo. El tiempo pasaba y los días no traían las palabras.
No obstante, tenía la sensación de que en algún lugar algo estaba
sucediendo. El tiempo me probó que, en efecto, el libro estaba siendo escrito en una
realidad distinta a la más conocida por la mayoría de nosotros.
Transcurridos unos meses, comencé a escribir inesperadamente. Las
palabras fluían y escribía sin detenerme durante horas.
Pronto, durante la
primavera de 1997, descubrí que el libro ya estaba escrito en una dimensión desconocida
de la realidad, y que únicamente tenía que, a partir de ese momento, limitarme a traerlo
hasta aquí.
Las palabras venían en bloques compactos, por eso no lo escribí
cronológicamente. Eran escenas completas las que escribía, tal y cual llegaban, y no
siguieron un orden preciso. Más tarde las ordené tal y cómo habían sucedido a lo largo
del viaje. Al irlo haciendo, las partes anteriores fueron reescribiéndose
misteriosamente.
Acabé la redacción de El silencioso despertar del hongo en
septiembre de 1997.
Describir cómo fue
escrito este libro, tiene importancia para la lectora o el lector de esta obra, pues ha
sido probado que si durante su lectura se entra en un estado de conciencia distinto al
habitual, leyendo este libro más en otra realidad que en la ordinaria, actuará como
auténtico libro de poder. Y como tal puede servir de puerta de entrada al lugar donde
podremos encontrarnos los lectores y lectoras, y las mujeres y hombres de poder cuyo
conocimiento aparece limitadamente reflejado en estas páginas.
Quien desee acceder a ese conocimiento directamente, sin el límite
inevitable de las palabras, sólo tendrá que llegar a él a través de este libro,
utilizado como puerta de acceso a otra realidad.
El poder, el espíritu,
el gran misterio, nos hizo una promesa a todos los seres humanos: nos dio la posibilidad
de alcanzar la libertad total.
Y muy lejos del mundo de todos los días, más allá del tiempo y del
espacio, donde llegan los últimos pasos de todos los caminos con corazón, en el mismo
centro del misterio, se encuentran y se encontrarán de nuevo, las mujeres y hombres
verdaderos que decididamente abandonen, en el momento preciso y para siempre, la ilusoria
tela de araña de esta realidad.
Así seremos realmente, y así dejaremos de ser.
La otra realidad está ahí. Basta el intento decidido de acceder a ella. Si el intento es claro, y la decisión firme, cada cual hallará su propio modo de penetrar en lo desconocido.
Juan
José García Piñeiro |
Esta introducción ha estado reproducida con el permiso del autor. |
Reseña de la revista Cáñamo "Autor ameno y excelente cronista de viajes,
Piñeiro nos inicia en un interesante recorrido por el mundo chamánico -cada día más de
moda- del México actual en pos del conocimiento enteogénico a través de la riqueza de
su tierra, tanto en sustancias naturales como en leyendas ancestrales. Una tierra y una
gente autóctona capaz de ofrecer desde honguitos hasta peyote, pasando por la mota -la
potente marihuana mexicana-, entre otras muchas hierbas. Basta inclinarse sobre la tierra,
explica Piñeiro, o pagar unos cuantos pesos a la infinidad de intermediarios, curanderos
o seres de poder que controlan el creciente turismo "de gringos, chilangos y hippies
de chingadera", para obtener un viaje de introspección inolvidable. Para algunos,
hasta puede ser de psiquiátrico, como dice algún nativo, alarmado por tanto
excursionista enteogénico mal informado. Por ello, el autor nos dice que "los
enteógenos no son para todos", y aun añade que "quien pierde el temple y la
moderación, olvidando que visita otros mundos sin saber porqué va a ellos, le atrapa la
locura". |
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Hongo |