Análogos de la Ayahuasca por Muscimol |
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Ayahuasca, el enteógeno del AmazonasPara empezar por el principio, empecemos hablando de la ayahuasca. Bajo la denominación de ayahuasca, o también yajé y natema, encontramos varios bebedizos chamánicos que se preparan en una zona muy amplia de Sudamérica, principalmente en la cuenca del Amazonas, en Brasil, Perú, Colombia y el Ecuador. El nexo de unión entre todas estas pócimas es la planta Banisteriopsis caapi, una liana que contiene harmala y harmalina, compuestos que en el organismo humano actúan como inhibidores de la mono-aminoxidasa (MAO). Curiosamente por sí misma esta planta no es psicoactiva, y lo habitual es que sirva de base a numerosos preparados a los que se añaden varios tipos de vegetales; básicamente pueden distinguirse tres grupos de agregados: plantas medicinales (dirigidas a realzar un aspecto u otro de la ingesta); estimulantes (pues la harmala o la harmalina tienen unos efectos un poco soporíferos por sí mismas); y enteógenos, que es el grupo que más nos interesa. Las plantas enteógenas más conocidas que se añaden a la ayahuasca son vegetales que contienen dimetiltriptamina (DMT), que es un poderoso enteógeno que está en la base de muchas otras sustancias psicoactivas, ya sean naturales o bien semisintéticas, como la LSD o la psilocibina de los hongos mágicos. Y aquí es dónde empieza la parte curiosa del asunto: la DMT no es activa a nivel oral, o sea, que si se la ingiere sin más, el sistema digestivo la metaboliza a tal velocidad que sus efectos no llegan a manifestarse. El descubrimiento trascendental de las tribus chamánicas de la amazonía fue el darse cuenta que al mezclar plantas como la Psychotria viridis, que contiene DMT, con la liana de la Banisteriopsis caapi se obtenían efectos enteógenos de gran potencia. Según los científicos esto es así gracias a las propiedades inhibidoras de la MAO de la harmala y la harmalina, que hacen que las enzimas del sistema digestivo no degraden la DMT, por lo que esta puede desplegar sus efectos enteógenos sin más problemas cuando se la toma en forma de una decocción de plantas (recientemente se ha comprobado que la DMT fumada también es psicoactiva, y de una intensidad aun mayor que preparada junto la liana de la ayahuasca).
Descubrimiento occidental de la ayahuascaExisten documentos arqueológicos (o etnográficos, como prefieran), que remontan el conocimiento de la ayahuasca entre los pueblos amazónicos a miles de años atrás. El uso de la ayahuasca, o el mundo y la cultura que ella genera, cuenta con numerosos mitos sobre su origen, divinidades asociadas y acontecimientos sobre el origen de las tribus, algunos de las cuales fueron representadas de forma perenne en rocas y piedras que aun pueden ser admiradas en nuestros días. La irrupción de este brebaje secreto en los anales de los exploradores del mundo occidental no aconteció hasta 1851, cuando Richard Spruce, un famoso explorador inglés, viajó a Perú y allí se convirtió en el primer hombre blanco que prestó atención a esta liana que lentamente devino uno de los enteógenos más interesantes para el mundo occidental. Siete años más tarde Manuel Villavicencio, un funcionario ecuatoriano, se convirtió en el primer occidental en probar en carne y espíritu propios los efectos de este poderoso enteógeno amazónico, cuando fue invitado a participar en un ritual de ingesta de esta planta en el que vio “los más sobrecogedores paisajes, grandes ciudades, maravillosas torres, bellos parques y otras cosas magníficas”. Al ser la ayahuasca un preparado que parte como base de dos plantas, y al no poder cultivarse estas fácilmente en territorio europeo o en Norteamérica, pues necesitan de un clima claramente tropical, el bregabaje permaneció recogido tranquilamente en los poblados que lejos de los núcleos urbanos occidentales siguieron viviendo a salvo de inquisiciones y colonizaciones culturales. El primer paso en el redescubrimiento en pleno siglo veinte vino de la mano de uno de los personajes más inquietos y polémicos que la literatura americana ha traído al mundo: William Burroughs. Burroughs, alcohólico y heroinómano, pesimista nato y intelectual brillante, decidió emprender un viaje en 1953 a la jungla del amazonas en busca de este misterioso preparado que decían escondía los secretos del alma humana, buscando la “cura final”. Allí en Colombia, además de encontrar la ayahuasca y probarla (experiencias que quedaron para la posteridad en forma de cartas enviadas al poeta Allan Ginsberg y luego publicadas en un libro bajo el título de Las cartas del yajé), Burroughs se encontró también con Richard Evans Shultes, el que más tarde fuera llamado padre de la etnobotánica, un profesor de Harward que hallamos en los inicios del descubrimiento de muchos de los enteógenos hoy conocidos. Shultes, que había sido enviado por el Gobierno de EEUU para estudiar temas relacionados con el caucho, aprovechaba toda ocasión para conocer más acerca de los usos de este misterioso brebaje amazónico, de las gentes que lo utilizaban, formas de preparación, plantas relacionadas y formas de uso.
De brebaje amazónico a enteógeno de PangeaDe estos primeros contactos occidentales con la ayahuasca hasta hoy en día se han dado dos pasos fundamentales. Primero fueron las pertinentes visitas de los antropólogos a los lugares de uso de este mágico preparado enteogénico, con las consiguientes descripciones y tímidas publicaciones al efecto. Realmente, como hemos comentado, llevar la ayahuasca de la jungla a la civilización era más que complicado, por lo que hasta el momento el interés occidental sobre el asunto se había de contentar con estas lecturas, además que algún que otro viaje organizado a la selva para que el chamán de turno preparara una sesión para el grupo de turistas interesados. El segundo paso lo dio Jonathan Ott durante la gestación de su mítico libro Pharmacotheon, drogas enteógenas, sus fuentes vegetales y su historia. Esta biblia de las plantas enteógenas contiene un capítulo dedicado a cada familia de vegetales, o mejor dicho, un repaso a cada sustancia psicoactiva partiendo de la familia a la que pertenece –según la catalogación científica occidental- su principio activo. Llegado al capítulo de la ayahuasca, Jonathan se dio cuenta de algo que después ha resultado de sumo interés y que ha convertido la ayahuasca, o sus análogos -como él los bautizó- en un enteógeno al alcance de muchas personas, como ya hicieron años atrás las técnicas de cultivo de los hongos enteógenos (básicamente el género psilocybe). Pues lo dicho. Jonathan, al elaborar el capítulo sobre los IMAOS y la DMT se dio cuenta de que existían infinidad de plantas que crecían por todos los rincones del globo terráqueo que contenían estos principios activos, y que por tanto pócimas análogas a la ayahuasca original compuesta por las plantas Banisteriopsis caapi y la Psychotria Viridis se podían hacer con infinidad de vegetales (aproximadamente unos sesenta por cada grupo, que en combinatoria matemática da la posibilidad de 4.000 formas de preparar un brebaje psicoactivo a base de juntar diferentes fuentes vegetales). Esta riqueza de plantas análogas era tal que podía dar pie a un libro por sí mismo; esto, además de descargar un poco de páginas el voluminoso Pharmacotheon que tenía entre manos, tenía una ventaja inmensa: un libro dedicado a este tema, sobre el que nadie había prestado la atención antes, abría la posibilidad a un campo de investigación virgen que en un futuro inmediato mostró sus enormes posibilidades. El nuevo libro, que vería la luz en 1994, dos años después que su hermano mayor, lleva el título de Análogos de la ayahuasca, un enteógeno de Pangea. Análogos en cuanto a que propone diversas plantas que permitían obtener preparados de efectos análogos a la ayahuasca original, y lo de un enteógeno de Pangea (pan en griego significa totalidad, y gea hace referencia a la Madre Tierra), porque la ayahuasca dejaba de ser un brebaje de uso exclusivo de las gentes que viven en la selva amazónica para pasar a estar disponible a cualquier persona interesada en la enteogenia en casi cualquier parte del Planeta Tierra. Ott, además, proyectó una pequeña broma acerca de este nuevo descubrimiento: la posibilidad de obtener ayahuasca sin necesidad de desplazarse al Amazonas evitaba el incordio y contaminación cultural de unas gentes que han logrado preservar su cultura de la devoradora civilización occidental (a la vez que preservan un conocimiento milenario acerca del uso de estos vegetales, algo que está a punto de perderse como apuntó R.E. Shultes).
Jonathan Ott y los análogos de la ayahuascaEl libro de Jonathan es un tratado científico sobre este enteógeno a la vez que un poema en honor a este extraordinaria mezcla de compuestos farmacológicos que el mundo arcaico descubrió y legó a la hiperatrofiada racionalidad occidental. Como el mismo Ott dilucida en la introducción al libro, el conocimiento de los enteógenos puede suponer un salvavidas ecológico a la vez que cultural para una civilización occidental que se propuso conocer y conquistar el mundo tan sólo a base de ver materia en él. Expuesto en un bello lenguaje y lleno de referencias bibliográficas, como es costumbre en los libros de este autor, sus cinco capítulos hacen un repaso al descubrimiento de la ayahuasca por el hombre blanco; a la riqueza botánica de la composición de los diferentes brebajes, a la farmacología de sus principios activos; a los vegetales que sirven para preparar análogos de la ayahuasca sin haber de recurrir a los ingredientes originales; y en el capítulo final propone que estos análogos se convertirán en el vehículo con el que la ayahuasca, o la enteogenia, abrirá nuevos surcos en el mundo moderno.
Plantas que sirven para hacer ayahuasca Quizás uno de los capítulos más interesantes del libro sea el que hace un inventario de los diferentes vegetales válidos para preparar la ayahuasca sin necesidad de recurrir a viajes a la jungla amazónica o a comprar por correo estos vegetales de en cierta forma no son tan abundantes como desearíamos, además de estar localizados en una sola región del planeta. Como sustituto de la liana Banisteriopsis caapi, o sea, como fuente alternativa de harmala y harmalina, encontramos una planta muy típica en el mediterráneo, la Peganum harmala, o ruda borda (en España misma la hay, por Aragón, o en Marruecos, dónde la venden a sacos como tinte, o como tonificador de pelo). La ruda borda es un arbusto anual que crece en terrenos secos, que alcanza una altura de medio metro aproximadamente, y que ofrece una gran concentración de IMAOs en sus semillas (hasta 10 veces más que la misma Banisteriopsis caapi, la planta original del Amazonas). Así pues, por lo que se refiere a la primera parte del asunto, el sustituto, o análogo, es más que satisfactorio: puede encontrarse en varias zonas del globo, es de fácil cultivo, además de ser rápido, y tiene un rendimiento más alto a nivel del principio farmacológico. ¿Qué más se pude pedir...? Bueno, aprovechando la ocasión abriremos un pequeño paréntesis sobre lo que opinan los puristas sobre esto de la analogía entre vegetales. Como ya sabrán las personas interesadas en los enteógenos, existe el dicho que cuenta que muchas de estas plantas tienen un espíritu, que es el que guía y el que enseña al psiconauta en sus viajes en el universo de la mente; es por esto que acertadamente a estas plantas se las ha denominado Plantas maestras, pues de ellas se puede aprender. Pues bien, entre grupos que usan tradicionalmente la ayahuasca existe la opinión de que una ayahuasca preparada con otras plantas que no sean las originales este espíritu no será el propio y auténtico de la ayahuasca. Hecha esta advertencia, pasamos al segundo grupo de los análogos. Si teníamos localizado un arbusto que rinde de lo mejor en cuanto a fuente de betacarbolinas, pues desvelemos algunas plantas que también son productoras de DMT, el compuesto enteógeno de los brebajes ayahuasqueros. Recopilando información de los anales fitoquímicos de la literatura botánica universal, Ott encontró algunas plantas que cumplían los requisitos para la analogía buscada con resultados más que notables. Para empezar con unos candidatos de lo más tentadores pero desgraciadamente muy escasos, encontramos dos acacias que crecen en reducidas zonas de Australia y Nueva Caledonia. Se trata de la Acacia phlebophylla y la Acacia simplex. En el primer caso, las hojas de este pequeño árbol contienen tal concentración de DMT que tan sólo unas 4 hojas son suficientes para obtener una decocción de potencia suficiente. Pero hasta que los aficionados a la enteogenia no se conviertan en expertos botánicos en el cultivo de este prometedor árbol, existen otros vegetales que cumplen la función de análogos a la perfección. Existen plantas de la familia de las gramíneas, las Phalaris, que a menudo presentan un contenido más que elevado de DMT. Este es el caso de la Phalaris aquatica, o la P. arundinacea. Ambas son plantas que se utilizan frecuentemente como alimento para ganado (recordar que la DMT es rápidamente metabolizada por el estómago, sin llegar a se activa por más cantidad que se ingiera). Para aquellos y aquellas que dispongan de un parterre o de una piscina rodeada de césped en el jardín de su casa, pues sugerir la tentadora idea de que las Phalaris pueden pasar totalmente desapercibidas como si de césped se tratara. Y ya se sabe, una vez pasada la podadora...
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Y para candidatos, el más famoso hasta el momento: la jurema preta, o Mimosa hostilis. Esta planta es un arbusto que alcanza unos dos metros de altura y que en la corteza de sus raíces contiene una elevada proporción de DMT. Si la Peganum harmala se vendía en Marruecos como tonificante capilar, curiosamente sucede que en México la corteza del tronco de la Mimosa hostilis se comercializa con el mismo propósito... Pero lo dicho es tan sólo un botón de muestra. Jonathan Ott, en su libro Los análogos de la ayahuasca, llegó a inventariar un total de 60 plantas para cada uno de los dos grupos, lo que desde un punto de combinatoria matemática ofrece alrededor de 4.000 posibles combinaciones para preparar ayahuasca con plantas de todos los rincones del planeta (y lo que es más importante: plantas que pueden adaptarse a una gran variedad de climas y terrenos de cultivo). Ofrecemos a continuación unas tablas con plantas que sirven para la preparación de análogos de la ayahuasca. TABLA I (fuentes de batacarbolinas: harmala y harmalina)
TABLA II (fuentes de dimetiltriptamina: DMT)
Pharmahuasca: análogos de la ayahuasca en cápsulas En uno de los capítulos de su magnífico libro Jonathan Ott propone la posibilidad de elaborar ayahuasca a partir de sus principios activos: harmalina y DMT. Ciertamente estos son los dos compuestos básicos para obtener una experiencia enteógena pareja a la ofrecida por la ayahuasca amazónica: un inhibidor de la MAO y DMT. Esta posibilidad, alejada del romanticismo de la preparación manual y personal del brebaje, tiene sus ventajas: permite controlar con exactitud la cantidad de los dos compuestos que se ingieren, evitando la variabilidad que suele presentar el material vegetal, que ofrece más alcaloides por unidad de peso en unas ocasiones que en otras. Además tiene aun otro aspecto positivo a considerar. El uso de muchas de las plantas que contienen DMT o IMAOs mencionadas anteriormente no tienen un registro histórico de uso humano, por lo que emplearlas a bote pronto en una decocción para preparar ayahuasca tiene sus riesgos: las plantas, además de los compuestos mencionados, pueden tener varios productos tóxicos que ocasionen desde dolor de tripas hasta síntomas más graves (es de precepto, por ejemplo, que para las preparaciones más habituales de análogos de la ayahuasca se haga una extracción de alcaloides utilizando una rápida ebullición de la planta con jugo de limón, para después colar el material en unos filtros de café, como los de la cafetera Melita, para evitar así la ingesta de partes de la planta que puedan ser más o menos tóxicas). La ingeniería farmacológica permitiría pues elaborar en el laboratorio unas cápsulas que en cierta forma sean destilados del contenido esencial de la ayahuasca. En un principio esta posibilidad parece adolecer de un exceso de optimismo, pues la DMT, a pesar de ser una sustancia que el mismo organismo humano elabora, está controlada por la ley, y por lo tanto noi se podrían conseguir fácilmente permisos administrativos para poder ser comercializada. De todas maneras existen compuestos similares, como la 5-Meo-DMT, que no son ilegales, que también se encuentran en algunas plantas y que sirven, a nivel de efectos enteógenos, como sustituto más que aceptable para la DMT. A nivel de información puramente científica, decir que una dosis de ayahuasca está compuesta de unos 150 mgr de harmalina y unos 60 mgr de DMT, lo que llevado nuevamente al terreno de la botánica, suponen unos 3 gr de semillas de Peganum harmala y unos 5 ó 10 gr de corteza de la raíz de la Mimosa hostilis.
Epílogo Para cerrar este ensayo como las más grandes novelas de este siglo (la de Proust y la de Joyce, que son relatos circulares, en los que el final del libro enlaza con su principio), terminaremos este artículo diciendo algo que deberíamos haber mencionado en su inicio. Se trata de la semántica del término ayahuasca. En quechua significa enredadera del alma, o también liana de los muertos, pues para las gentes del Amazonas este preparado les sirve para despojarse del cuerpo mientras el alma viaje libremente por el mundo del espíritu, estando relacionada en algunos casos con rituales de comunicación con los antepasados de la tribu. Entre otros usos la ayahuasca también es empleada para el diagnóstico y sanación de males, para ver el futuro, desenmascarar embrujos de tribus vecinas y para rituales de iniciación a la vida adulta. También me gustaría decir que para redactar este artículo he releído el libro Ayahuasca analogues, Pangea Entheogens, de Jonathan Ott, lo que ha supuesto un renovado placer a pesar de haberlo leído hace ya unos años. Este libro, originalmente escrito en inglés, acaba de ser traducido por el mismo autor al castellano, lengua que conoce a la perfección pues Ott vive en México desde hace varios años. Será publicado próximamente por la editorial Phantastica, la misma casa que editó su libro Pharmacophilia, o los paraísos naturales, un ensayo sin desperdicio sobre la relación del ser humano con las drogas (ver reseña del número 14 de Cáñamo). por Muscimol (año 2000)
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