NOTAS SOBRE EL
II CONGRESO PARA EL ESTUDIO DE
LOS ESTADOS AMPLIADOS DE LA CONCIENCIA


Logo del Congreso

   El octubre del año 1994 se celebró en Lleida el segundo congreso para el estudio de los estados ampliados de la conciencia. En realidad esta denominación tan poco poética corresponde al antiguo misticismo cristiano y griego, pero al quererlo internacionalizar y hacerlo objeto de estudio científico se ha convertido en esa cosa tan rara. El primer congreso con el mismo nombre se llevó a cabo en México -tierra realmente mágica y psicoactiva- dos años atrás. Otros simposios sobre estos temas habían empezado ya a celebrarse en otras partes, pero todos ellos adolecían de una limitación, el monotematismo: unos eran sobre psiquiatría, los otros sobre setas con psilocibina, pero la cuestión es que nadie salía de sí mismo para aprender cosas de los demás. La novedad del congreso de Lleida era que en él se daban cita todo tipo de gente: antropólogos, filósofos, psicólogos, abogados, etnobotánicos y demás fauna. 

 
     Para aquellos que estéis acostumbrados a pensar en términos de drogas diremos que el congreso de Lleida se centraba en aquellas que han sido utilizadas en diversos pueblos como un medio para acceder a lo que llamaríamos el mundo del espíritu. Siguiendo la clasificación de A.Escohotado, que divide las drogas en tres grupos (estimulantes, apaciguadoras y visionarias), nos quedaríamos con este último tipo (que incluye la mescalina, el peyote, la psilocybina, la ayahuasca, etc). De todos modos la ambición del congreso no se acababa aquí, pues como su nombre indica, se trataba del estudio de los estados ampliados de la conciencia, y no sólo de sustancias que lo pueden inducir. Me refiero a que también se tenían en consideración experiencias místicas espontáneas, o alcanzadas con el yoga o la emigración a una cueva oscura y solitaria. Y a partir de aquí se seguía más allá: su incidencia en la formación y evolución de las culturas, implicaciones sociológicas, utilización terapéutica, etc.

     El turno de conferencias lo abrió Jonathan Ott, que aunque a nadie le suene el nombre se ve que es uno de los personajes mitológicos dedicado a estos temas. Su pregón no fue especialmente novedoso, pero sí curioso y distraído. Se titulaba "La edad de los enteógenos". ("Enteógenos" es la palabreja moderna para denominar a los alucinógenos. El término "alucinógenos" se lo habían inventado los racionalistas para dar a entender que estas experiencias nada tenían de real, más eran una deformación grotesca del mundo. Vinieron luego investigadores con menos prejuicios y se quejaron, asegurando que era todo lo contrario: que a lo que se accedía era a un estrato más profundo de la realidad. Y entonces empezaron a aparecer nuevas denominaciones: "Psiquedélicos", en un intento de llamarlos "reveladores de la mente"; o bien "drogas visionarias", aprovechando que la literatura mística, con tantos relatos de visiones, se emparentaba directamente con los relatos de algunos de los investigadores pioneros en estos temas; y ahora le toca el turno a la palabra "enteógenos", de raíz griega, que quiere significar "convocar la experiencia sagrada dentro de uno mismo", -esto está justificado porque la mayoría de las culturas que han utilizado estas sustancias lo han hecho con la finalidad de obtener una experiencia sagrada-. De todos modos creo que la mejor definición la ha dado el mismo Jonathan Ott, que sin salirse de la palabra inicial, "alucinógenos", las ha llamado "desalucinadores", "pues cortan la apariencia superficial de las cosas y permiten examinarse a uno mismo".) Jonathan pasó un sinfín de diapositivas de plantas que en múltiples culturas se habían utilizado con fines mágico-religiosos, e iba contando amenidades y localizaciones -a él le era fácil, pues era un erudito realmente diestro-. La anécdota más curiosa la contó al final: dijo que si el cristianismo quería sobrevivir no le ve veía otra salida que recuperar el uso olvidado de estas plantas que dan acceso al reino del espíritu, tan predicado en la misa pero quizás tan lejano de muestra conciencia cotidiana.

     Durante el pase de diapos, y para amenizar un poco el alud de información enteobotánica, Jonathan hizo el comentario de cómo eran de suculentas algunas de estas plantas. Al ser ésta la conferencia inaugural se ve que había algunos periodistas por allí, y tomaron nota de tan ocurrente y publicable noticia, lo que originó el previsible revuelo entre más medios de comunicación. Aunque a veces parece que este tipo de disputas no sean más que un juego endogámico entre los mass media, siempre encontramos alguien quien no opina así, entre ellos algún político, que para conmemorar la ocasión se vio obligado a expresar su opinión al respecto -si es que realmente era suya la opinión, más a mi me parece que debió cogerla al vuelo, tomándola prestada-. En fin, esto es lo que originó un cierto revuelo político -o distracción- sobre el asunto. En el congreso se instaló irónicamente un corcho en el que cada mañana se iban colocando los divertidos y contradictorios recortes de la prensa del día. En definitiva, creo que todo esto es muy comprensible, pero entre lo que se debatía en el congreso y lo que se hablaba fuera de él había tal distancia que para qué.

 

James Callaway
James Callaway, bioquímico de Texas
residente en Finlandia

 

     Más conferencias. La primera tarde se dedicó a la antropología. Esto es así por diversos motivos. El primero, que el organizador era antropólogo, lo descartamos totalmente. El segundo es que esta rama de estudio ha sido la que más ha contribuido, junto con el descubrimiento del LSD, al florecimiento de estas investigaciones que parecen tan interesantes y que son tan reveladoras. (Una nota acerca del LSD: recientemente ha aparecido una tribu de gente que se declara partidaria solamente de los "productos naturales" -setas y marihuana-; pues bien, el LSD, con unos efectos parejos a los psilocibina pero que tiene una síntesis química, salvo casos extremos no debe dejar resaca moral ni física alguna; si alguno ve vosotros ha intentado adquirir este producto en el mercado y ha obtenido efectos contrarios es que ha pillado la típica dosis de estricnina, o si se mantiene en ello, muestra una auténtica vocación de mártir. Conseguir LSD sin adulterar imagino que debe de ser una odisea más bien imposible: en California una vez se hizo un análisis a 57 muestras de mescalina sintética del mercado negro: todas ellas contenían un 0% del alcaloide.)

     Volviendo a lo nuestro, diré el motivo que creo hizo colocar las conferencias antropológicas en primer lugar. Es el importante papel que se está descubriendo que jugaron estas sustancias -o estos estados de la conciencia- en la formación de las culturas, el modo de ver la vida, y la manera de desenvolverse y cambiar. Esto no es gratuito pues aunque en nuestra civilización su uso se abandonó 'in illo tempore', el tomar conciencia de su papel casi fundamental en casi todas las culturas arcaicas -pequeñas, no tan enormes como la nuestra-, no deja de ser sorprendente. Una de las conferencias que recuerdo más fue la de un italiano que se fue al Gabón, a iniciarse en el ritual Buiti -donde se consume una planta más bien un poco tóxica-. Lo más impresionante fue cuando tomó una silla y se sentó reproduciendo el ritual, contándonos los papeles simbólicos (padre y madre) de dos personas que le acompañaban durante toda la experiencia, y el brujo que le daba la pócima a intervalos durante horas largas. Durante su viaje se comunicó con espíritus -supongo que los de la tribu- y ancestros, que le contaban y enseñaban los conocimientos en los que se basaba el sistema de vida de ese pueblo. Aunque el hecho de adelantarse entre el público con una silla no deja de recordarme a los payasos que veía en la televisión cuando era pequeño, lo cierto es que esa escenificación impacto a todo el mundo. Y para más impactos curiosos lo que nos comunicó luego: que no nos podía revelar lo que había aprendido en el 'viaje', pues los ancestros custodiaban su silencio. Este celo por mantener en secreto los pilares de una cultura delante de potenciales enemigos es característico de los pueblos arcaicos, y significaba la preservación de su independencia. La violación de los tabús religiosos ha estado siempre a la orden del día en la invasión de los pueblos grandes que se comen a los pequeños. Delante del monstruo occidental parece más que prudente por parte de estos pueblos conservar el secretismo de sus concepciones de la vida -por si acaso-. (Recordemos que el sistema de valores de todas las culturas antiguas se encontraba expresado en su mitología; la frase de Nietzche: «Los Griegos expresaban su concepción de la vida en la mitología, al mismo tiempo que ocultaban también en ella todo lo que sabían» responde, a mi parecer, a la dificultad de comprender mitologías ajenas, que más bien nos parecen meros cuentos. En realidad los occidentales no comprendemos ya ni la mitología cristiana, pues la única 'verdad' con la que nos amamantan es la divina ciencia.)

     Otro antropólogo que se llevó el aplauso y los bises de todo el público fue un holandés, con humor inglés, maestro de la espontaneidad y la alegría, que había pasado doce años en una isla de Melanesia congeniando con los indígenas. Después de arduas negociaciones logró vencer el celo de los habitantes de las islas y ser admitido en la tribu, con su rito de iniciación correspondiente. Aunque a él también le estaba vetado descubrirnos su cosmología, nos contó el modo de utilización de una planta que por allí le llaman Kava-Kava. Resulta que la toman cada atardecer (!) para comunicarse con sus antepasados. Esa hora es el momento mágico en que descienden los espíritus a la tierra. Pero las múltiples variedades de esa planta también tienen admirables usos para múltiples cosas: entre otras el aplacar el dolor menstrual en las mujeres, o el procurar más leche a las madres que no tienen suficiente.

     J.M. Fericgla, el meritoso organizador del simposio, nos expuso sus opiniones sobre el papel que juegan los e.a.c. en la dinámica de las culturas. Para él tienen el papel de una herramienta que ayuda a adaptarse a las personas y a los pueblos a nuevas situaciones y nuevos entornos. Como buen antropólogo conoce la variedad de usos que les han dado numerosas civilizaciones. Van desde la curación chamánica de enfermedades físicas y psíquicas, hasta la celebración de rituales anuales para dar ligazón a los miembros de una sociedad, predecir el lugar dónde se encontrará la caza, o para ritos iniciáticos de transición de la pubertad a la vida adulta. Su exposición del tema tiene un curioso parecido a la concepción que tiene el yoga sobre la relación entre la conciencia y la realidad: dicen que el alma es como un ojo que mira el mundo a través de una lente sucia y empañada. Podéis imaginar la borrosa idea que se hace de él. El estado de iluminación se atañe cuando esta lente se convierte en un espejo y el alma se ve a sí misma. Pues bien: Fericgla lanza la propuesta que un e.a.c es precisamente un estado en que la conciencia se divisa a sí misma, así como el resto de la realidad tal y como es, de tal manera que esto le permite observarse y pensarse, redefiniéndose de acuerdo con la situación actual y cambiante de las cosas —la naturaleza de la realidad es el cambio y la mutación, dicen los chinos—.

     Otra antropóloga nos explicó el uso ritual del peyote que hacen las mujeres huicholes durante el embarazo. Quizás no había pasado suficiente tiempo con ellas como para que le tomaran la suficiente confianza como para contarle las minucias de tan sorprendente práctica, pero una cosa llama la atención: el conocimiento milenario de estos usos entre los indígenas frente al caos y la ignorancia de occidente, que acaba de redescubrirlas (ya no hablo de su consumo desastroso desde la prohibición, adulteración y estigmatización consiguientes). Podríamos decir que en estas culturas tienen las plantas y la técnica, mientras que nosotros sólo tenemos productos adulterados, y sin ningún conocimiento aún de cómo utilizarlos.

Sasha y Ann Shulgin
Ann y Alexander Shlgin,
autores de PIHKAL y TIHKAL


     [Podríamos hacer ahora una breve disquisición. Es sobre la naturaleza de estas experiencias que podríamos llamar místicas o como se quiera. Si le preguntamos a un ermitaño que se ha iluminado nos dirá que ha visto la luz; y si hablamos con alguien que ha comido psilocibes nos contará que ha que accedido a una realidad llena de significado, que está por encima de la que percibimos cotidianamente. (No se vale comerse un cuarto de tripi con cerveza y en una fiesta). Para una mente racionalista estas experiencias no pueden ser más que una alucinación, una visión irreal. Pero rara vez la persona que la ha tenido duda de su veracidad, ya no durante la misma, sino largo tiempo después. Dejaremos ahora de lado las dificultades que tienen los científicos para creer que existe algo más que la misma ciencia y, sin pretender hacer ninguna apología de la espiritualidad, nos quedaremos con la profunda impresión que ha recibido la persona -que es lo que genera el cambio interno y, en otros casos es lo que le impulsa a actuar y a crear en su entorno de acuerdo con las impresiones que ha recibido].

     ¿Qué más? Pues ahora viene el ciclo sociológico. Al despertarnos el segundo día nos encontramos con un conferenciante español que nos mostraba una espeluznante encuesta que había realizado entre consumidores de drogas de los años setenta y ochenta. El contraste estaba en que mientras que en la primera década el consumo predominante era de marihuana y LSD -se supone que más o menos puro-, en la siguiente se había pasado a un consumo mayoritario de heroína ya bastante adulterada. Mientras que la visión que tenía la sociedad de los años 70 de los hippys era de una hermandad de melenudos inofensivos y simpáticos, en los años 80 ya se asociaba el consumo de droga con la delincuencia y la marginación. Y no sólo el conjunto de la sociedad sino los mismos consumidores de heroína, que en los años 70 eran minoritarios y sin problemas de adicción, en los 80 ya se creían a pies juntillas su destino de mártires consumidores de una sustancia demoníaca -lo que ayuda tanto como la adulteración a la corrosión física y espiritual de la gente-. El conferenciante no interpretó los datos. A veces, cuando la información está suficientemente clara no hace falta adornarla con hipótesis para llegar a ninguna conclusión. Quizás todos los que estabamos allí imaginábamos no ya la posibilidad de que fuese una mano negra quien había conducido este cambio, sino el desastre que ello implicaba. El congreso estaba planteado sobre los e.a.c., y la única droga que se incluía el estudio eran los enteógenos. Todos allí teníamos claro, o creíamos saber, que estas drogas utilizadas correctamente conducen a una mayor libertad (sobretodo del caos mental habitual de las personas). Sustituir la LSD pura por heroína adulterada, quintaesencia de la esclavitud física y moral, era más bien triste.

     Y más encuestas, esta vez a universitarios italianos. Un día, un buen sociólogo italiano se despertó y pensó en ir a averiguar qué tal iban las experiencias espirituales entre los estudiantes de su país. Se descartaron las inducidas por sustancias enteógenas, reduciéndose el estudio a las producidas de un modo espontáneo. Aunque esto parecía hacer menos atractiva la encuesta, resultó que lo convirtió en bastante más reveladora. Lo primero que descubrió era que los estudiantes de carreras técnicas resultaban intratables para este tipo de temas -parecían casi desconocer la existencia de su propio espíritu; y de cerca los seguían los filósofos, ya que su manera racionalista y lógica de pensar los hacía casi inservibles, y con una inercia casi insalvable a dar evasivas y cortas explicaciones escépticas sobre éstos fenómenos. Con esto parecía indicar que la educación y la manera de pensar recortaban significativamente cualquier disposición a prestar atención a las experiencias que se salen de lo habitual en nuestra percepción. Quienes realmente se llevaban el premio en la consideración respetuosa de este tipo de impresiones eran los estudiantes de letras, y en particular las mujeres. Nos leyó un relato bastante bello de una chica que estando cerca de una playa tuvo la experiencia de sentirse en unidad con la Naturaleza y todo lo que la envolvía. Tuvo necesidad de ir al mar y entrar en él, sintiéndose como un pez, para luego volver a salir y reposar en un estado de relajación y paz interna envidiables. Esto lleva a la conclusión de dos cosas: la sospecha de que es en la Naturaleza donde tienden a producirse estos estados de unidad poco ordinarios para nuestro estilo de vida -y que por tanto la vida en la cuidad los castra sin contemplaciones-, y segundo: parece ser que más personas de lo que imaginamos han experimentado estos estados de unidad con la creación alguna que otra vez en la vida, aunque no lo cuenten muy a menudo.

J.Mª Fericgla (izq.) y Jacques Mabit (derecha)
J.Mª Fericgla (organizador del congreso)
y Jacques Mabit, director de Takiwasi


     Y ahora la psicología. La conferencia que se llevó más aplausos y un gran reconocimiento fue la de J.Mabit, un francés que ha creado una organización en medio de la selva peruana dedicada a la recuperación de infinidad de jóvenes que, desarraigados de su propia cultura y mareados por la invasión occidental, consumen sus días tomando pasta base de coca. Allí, en Sudamérica, llaman plantas medicinales a brebajes como la ayahuasca, y drogas a la cocaína y cualquier otra cosa que la gente utilice para autodestruirse. Lo primero que nos contó J. Mabit en su conferencia fue que estaba un día tomando ayahuasca alegremente por la selva y súbitamente oyó una voz que le decía: "si quieres seguir tomando yagé habrás de trabajar con drogadictos; sino déjalo". Él nos contó que en ese momento quiso discutir los tratos del negocio con esa voz que oyó, algo así como a través de la diplomacia conseguir una relativización de lo dicho; pero esa voz iba aparejada de una cualidad que también la hacía irrebatible e indiscutible, así que Mabit se contuvo al estar seguro de la absurdidad de todo intento de diluir los contornos de la imposición. Lo cierto es que pensó el ello, y tiempo más tarde montó la organización. El ritual que seguían allí con el yagé era encaminado a devolver la autoestima a los nativos, así como la búsqueda de una experiencia mística 'cristiana', en oposición al juego de embrujos de la antigua cultura indígena. (Esto parece una nueva colonización espiritual, pero Mabit no tenía ganas de bromear y se declaraba pro-cristiano, delante de invasores occidentales y delante de brujos autóctonos).

     A pesar de la pericia de los gobiernos a la hora de prohibir chapuceramente los enteógenos, en Brasil no han podido prosperar los intentos de castigar el uso del yagé. Quizás ello sea por su difícil control, ya que es una planta que crece en la selva -¿ será por ello que ahora los americanos no paran de quemarlas ?...-. Sea como fuere, esta situación provisional de libertad ha dado paso a la creación de tres organizaciones, la más grande de ellas, la del Santo Daime, llega a albergar a 5.000 integrantes.

     Una nota sobre la opinión que dio Mabit acerca de la drogadicción, decía: en realidad buscan la trascendencia pero se equivocan de carburante.

     Otra persona que piensa lo mismo es Stanislav Grof. Es un psiquiatra checo que al recibir muestras de LSD procedentes de Sandoz empezó a utilizarlas en el hospital donde trabajaba. Gracias a una serie de coincidencias, múltiples y enlazadas, acabó convirtiéndose en el mayor experto práctico y teórico en la utilización de dicha sustancia en pacientes con graves problemas psíquicos. Respecto al problema del alcoholismo y adicción a otros narcóticos, la utilidad de estas drogas ya era conocida desde hacía tiempo -con la mescalina, por ejemplo-, y entre todas las sanaciones ésta ha sido la más reconocida e indiscutida. Con una o dos sesiones conducidas crónicos hábitos de adicción eran abandonados, declarando sorprendentemente los pacientes que lo que buscaban en su intoxicación era una estado de fusión mística que sólo alcanzaron completamente con los enteógenos. Y esto no suponía un cambio de adicción, ya que una vez alcanzado ya no sentían el ansia de perseguirlo más. En ésto querría hacer un pequeño comentario sobre el ilustrativo poema de los Velvet Underground sobre la heroína. Allí se puede ver perfectamente, tomando en cuenta esto, que el estado buscado por el consumidor de heroína es algo parecido a la experiencia mística, pero también se adivina que nunca lo acaba de alcanzar. De ahí la repetición y luego la adicción. Si a todo esto le añadimos los problemas personales que no solventan los narcóticos, la prohibición, la estigmatización de su uso y la adulteración, ya tenemos todo el cuadro completo.

     Dejando los alcoholes y volviendo a los problemas psicológicos generales, y a los que han sido catalogados en el subapartado especial de "psiquiátricos" -los más graves-, diremos que Grof les supone en la mayoría de los casos una naturaleza espiritual, y no fisiológica. La utilización de las sustancias en la sanación se basa en el acceso al inconsciente, y la catarsis que produce la emersión a la consciencia de todo tipo de traumas -y cosas bellas, también-. Y aquí no hablamos de un inconsciente freudiano, donde no cabe encontrar más que frustraciones sexuales, sino de un inconsciente en el que se dan cita todos los excomunicados del movimiento psicoanalista, sobretodo Jung. Grof divide las experiencias en cuatro tipos: primero son las alucinaciones visuales y auditivas. Después viene el revivir de secuencias del pasado. Remarquemos que no sólo se trata de recordar, sino auténticamente de volver a vivirlas -en directo-. Aquí empiezan los beneficios terapéuticos: contrariamente a lo que sería de esperar, el volver a vivir completamente una experiencia traumática de la infancia, en vez de multiplicar el trauma por dos, lo que hace es integrarlo y segar los síntomas y confusión mental que originaba a la persona. El tercer tipo es la secuencia de muerte/renacimiento (ampliamente descrita por loa antropólogos al preguntar sobre los ritos de iniciación en diversas culturas). Aquí el sujeto siente que va a morir (como mínimo la muerte del ego), para luego volver a nacer de forma mágica. En el proceso se consumen todos los tics culturales y educacionales negativos y que impedían el libre desenvolvimiento de la personalidad de la persona. La comprensión de estas experiencias a veces sólo viene por el camino de la intuición, más que ser algo visualmente evidente como una película. El último tipo de experiencias se ha dado en llamar 'transpersonales', porque en ellas el sujeto tiene acceso a hechos que están más allá de su persona (inconsciente colectivo, divinidades, hechos históricos desconocidos, identificación con otros seres...). Hemos de decir que esta cartografía del espíritu no es sólo una hipótiesis o un modelo teórico, sino que Grof lo atestigua con un curriculum de 3000 sesiones conducidas -y con notables alivios en sus pacientes, lo que corrobora su utilidad-. También cabe notar que las sustancias psiquedélicas no son utilizadas como un medicamento crónico o de mantenimiento, sino que lo que es válido y útil es la experiencia -a veces muy dura- que desencadenan. Y aquí otra cosa que decir: en psicoterapia se persigue más el mal viaje -para sacar la mierda-, que una experiencia bella producida en el contexto de la naturaleza. En los años cincuenta ya decía A. Huxley que una experiencia dura, bien integrada, era mucho más provechosa que un viaje sin accidentes. El trabajo del acompañante aquí no se parece en nada al del médico occidental, más es el de un auténtico 'hombre de conocimiento', que es como suelen llamar en las sociedades arcaicas a los chamanes (es el saber hacer, y no sólo reproducir lo que te han enseñado). Las perspectivas de la terapia de Grof son muy ambiciosas: diagnostica pronósticos favorables para neurosis, depresiones, fobias, problemas psicosomáticos y emocionales, y en casos de personas esquizofrénicas que no hayan perdido totalmente relación con el mundo cotidiano. (Quien estuviese interesado en el artículo sobre instituciones psiquiátricas que salió en el nº4 de la revista, le recomiendo el libro "Psicología Transpersonal. -Muerte, nacimiento y trascendencia en psicoterapia-.", Ed. Kairós). Pronóstico menos bueno hay para paranoias, manías y episodios maníaco-depresivos.

     Un buen día el agobio legal llegó a los hospitales y el uso del LSD fue abandonado. Por suerte, y para seguir con la cadena de milagros, la esposa de Stanislav es antropóloga y conocía toda suerte de ritos practicados por diversas culturas para entrar en estado de trance. Escogieron uno para seguir su trabajo: es la hiperventilación conjuntada con música, y lo han llamado Respiración Holotrópica. Uno puede no creer que simplemente respirando de una forma acelerada y escuchando música rítmica se puedan alcanzar estados paralelos a los inducidos por las drogas enteógenas. Yo, para saciar mi inquieta curiosidad, fui hace poco a un cursillo de fin de semana conducido por unos terapeutas que venían de Francia. Realmente no se trataba de un placebo. Se produjeron experiencias de los tres tipos: biográficas, de muerte/renacimiento, y transpersonales. La somatización de los problemas emocionales era más que notable: era sorprendente; si alguien hubiera entrado en la sala donde se realizaban las sesiones hubiera creído entrar en el infierno -subsección epilépticos-. Y la eficacia terapéutica y espiritual era la misma que la anunciada en los relatos de los libros de Stanislav.

     Todo esto es la que nos vino a anunciar Bernadette Blinn en el congreso, que fue la misma terapeuta que condujo las sesiones de Respiración Holotrópica en una masía en medio del campo.

Giorgio Samorini
Giorgio Samorini, que hizo una presentación
sobre el uso de la Iboga


     Ahora ya nos vamos a las conferencias del último día: legales, filosóficas y históricas. Mr. Escohotado presentó su ponencia, que empezó con un trazo filosófico que enlazó con la conferencia presentada en el primer congreso, dos años atrás. Yo no puedo deciros gran cosa sobre el asunto porque no entendí nada: sólo algo referente a que el Sujeto (o el Ser) persigue a la Esencia, y que ésta persigue al mismo tiempo al primero. Después siguió con una obviedad, pero que era conveniente recordar a todos los niveles. Retomando el apunte de Baudelaire sobre un rígido magistrado que comiendo hashish rompió a bailar un obsceno can-can, comentó cuánto nos parecía que tenían a ocultar todo ese escuadrón de gente que velaba por el mantenimiento de la sociedad tal como está ahora. Se refería a todo el desfile de secuencias duras que tendrían que soportar si nunca se vieran enfrentados a sí mismos -a su inconsciente misterioso- en caso de un viaje interior con este tipo de drogas. Quizás tenía razón; sufrirían aun más que nosotros al no poder aceptar lo que hay dentro de ellos. Yo no conocía a Escohotado y me interesaba sobremanera observar qué cara ponía. Lo había visto en televisión, y más que un sabio iluminado me pareció un combatiente un poco salido de madre (sobretodo en un enfrentamiento caótico que tuvo en una ocasión con una mujer, donde él hablaba de las drogas como si todas fuesen puras, mientras que la mujer no conocía otra que la heroína esquilmada que se vende por la calle). Allí en el congreso, en directo, sus ojos parecían extraordinariamente cariñosos, y su persona afable y de una sólida amistad.

     Después hubo un conferenciante que predijo el fin del mundo -tal y cómo lo conocemos- para dentro de poco. Aseguraba que este tipo de drogas estaban controladas y prohibidas por los gobernantes por su capacidad (en uso ritual y no caótico) de dar autoconocimiento, conciencia de la propia situación y redefinición a las personas tanto como los pueblos. A medida que las civilizaciones se habían ido engrandeciendo se había ido haciendo su uso cada vez más restrictivo y controlado, hasta llegar a la situación actual de caza de brujas -o a la micofobia: ese asco a las setas que ha cubierto Europa durante más de dos milenios (probablemente fueron prohibidas por ser enteógenas algunas de ellas: los psilocibes y la amanita muscaria)-. Llegada la situación sin salida de la actualidad, en la que a demás de extraviar los enteógenos el hombre ha perdido la armonía consigo mismo y con su entorno, proponía retomar la antigua concepción cíclica de la existencia, donde al final de un período que acaba por perder toda la armonía, se inicia otro, después de un cambio en la concepción que la humanidad se hace de sí misma, o del entorno en el que vive, en el que se restaura la espiritualidad, o la armonía del Ser con la Creación.

     Los de la ARSEC dieron dos conferencias. En la primera se demandó la legalización humanista de la marihuana. Yo lo ví un poco negro, pues quien dirige el mundo no siempre está para conceder favores; de todas formas, pasado el tiempo, he de reconocer que la actitud de la administración enfrente esta útil planta va dejando de ser fundamentalmente paranoica para pasar a ir dejando el cordel poco a poco. La segunda conferencia, pronunciada por su abogado, fue un prodigio de conocimiento de los entresijos y malos oficios de la psicología judicial en este país -y en otros-.

     Y ahora unos cuantos apuntes sueltos.

     James Callaway es un bioquímico internacional con un sentido del humor realmente fino. Sólo asistí al principio de su conferencia, pues había quedado con un amigo que vive en Lleida. Empezó, como otros muchos, con un pase de diapos. Los primeros bustos que asomaron ya empezaban a ser conocidos: Albert Hofmann -el descubridor de la LSD sin adulterar-, y R.G.Wasson, el banquero que en sus ratos libres llevó a cabo con su esposa una de las investigaciones antropológicas de más envergadura de este siglo: el redescubrimiento de la amanita muscaria. Según parece estos personajes serán próximamente santificados.

J.Mª Fericgla, Giorgio Samorini, Albert Hofmann y Jonathan Ott
J.Mª Fericgla, Giorgio Samorini,
Albert Hofmann y Jonathan Ott

 
     Víno también un budista de Tailandia a contarnos entresijos sobre la meditación. Parece ser que el personal consideró a ésta ya más que superada, y se levantó y prestó una escasa atención realmente poco delicada. Esto dejó atónito al pobre budista, que no entendía nuestra súbita necesidad de armar tal alboroto nada respetuoso. Realmente lo que venía a decir no era gratuito, ni nos venía a reñir por llenarnos la boca con la palabra enteógenos. Conocedor de este aspecto de la realidad venía a dar un complemento a la experiencia mística inducida de sopetón por drogas, y proponía un complemento de integración para que todo aquello que nos puede aportar la experiencia no acabe por perderse. En una entrevista radiofónica hace poco se habló del tema y se comparó la meditación a amar y el viaje místico a hacer el amor. El entrevistador, atento a la dicotomía, inmediatamente dedujo: «ah, si es así, entonces es claro que se han de practicar ambas cosas a la vez». Es evidente que lo uno sin lo otro se reduce a la pura concupiscencia. Es curioso: tanto Escohotado como Hofmann subrayan que antes de iniciar un viaje, como mínimo la persona se habría de preparar psíquicamente durante una semana. Huxley, en un arrebato de optimismo, parafraseaba a un místico alemán quien decía que todo lo que recibimos en iluminación lo tendríamos que devolver convertido en armonía.

     Aterrizó después un científico italiano que se dedicaba a realizar encefalogramas a diversos místicos -sorprendente que quede alguno, ¿verdad?-. Yo no soy muy partidario de realizar este tipo de experimentos a esta buena gente, pero se ve que el progreso exige estos sacrificios.

     Hubo varias ponencias sobre química y bioquímica de la marihuana y alguna otra droga. Las vinieron a hacer unos tipos disfrazados de hippys que en realidad eran unas enciclopedias rodantes sobre esos temas. Pero lo más sorprendente de todo fue la gran cantidad de público que irrumpía cada dos por tres haciendo preguntas técnicas y pidiendo más información sobre el tema.

     A.Gari, un auténtico erudito, nos vino a hablar de los procesos a la brujería en la Alta Edad Media y el Renacimiento. Resulta que las autoridades civiles superaban y sobrepasaban ampliamente en crueldad a las eclesiásticas.

.... Sobre el pregón de clausura que dio el actual presidente del Institut d'Estudis Ilerdencs, aunque impartido en lenguaje diplomático, no estuvo mal. Así nos lo pareció a los que habíamos aguantado allí toda una semana -digo aguantar porque psíquicamente terminamos un poco agotados-. Realmente hubo un punto en el que parecía se iba a perder en la pura inopia, y el inconsciente colectivo del auditorio fue acumulando tensión hasta prometer estallar, pero el conferenciante se encarriló dando muestras de solidaridad no hipócrita, con lo que se le colmó con aplausos agradecidos y no con abucheos. Jonathan Ott, que me pareció la persona de espíritu más equilibrado que circulaba por el recinto, quiso traducir el discurso para los asistentes de habla inglesa. Lo hizo de una sola tirada y, además de mostrar una capacidad realmente desconcertante y sobrehumana de síntesis, retención y exposición, creo que con ello mostró su reconocimiento a que tal discurso no había sido sólo de trámite. Jonathan era una curiosa persona que nunca reía por cumplimiento, o por estupidez, complicidad, o inercia. Esto desconcertaba bastante porque al principio parecía un extraterrestre o una persona chiflada. Pero resulta que a pesar de su esnobismo era quien mostraba menos inquietud, más tranquilidad y normalidad en ese escenario dónde nos habíamos dado cita. Hablaba cuando lo creía oportuno y reía sólo cuando le apetecía. Si realmente estas drogas tienen algo que decir respecto la salud y equilibrio mentales, Jonathan era un buen ejemplo.

Muscimol                       


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